Por Héctor Gómez

Caminando por la Avenida Alvear al 1600 nadie deja de admirar el edificio del Palacio Duhau, hoy hotel Park Hyatt Buenos Aires. Este mismo predio, desde los inicios del siglo, era propiedad de la familia de Teodoro De Bary. Coqueta y lujosa residencia de dos plantas que sirvió para el alojamiento de la Infanta Isabel cuando visitó Buenos Aires en ocasión de las celebraciones por el Centenario. Derruida más tarde, el solar fue adquirido por los hermanos Alberto y Luis Duhau para construir el fastuoso palacio que, con algunas reformas y mejoras, hoy es la sede de dicho hotel.

Luis Duhau, hombre de destacada figuración política, fue durante algunos años, en “la década infame” del 30, ministro, diputado del partido Demócrata y presidente de la Sociedad Rural. Como tantos personajes de la política que disponen de un patrimonio importante, Duhau pagaba para que lo protegieran físicamente. Uno de esos muchachos, quizás en el que más confiaba, se llamaba Ramón Valdez Cora. Había sido comisario de Vicente López y puesto “en disponibilidad” habida cuenta de una foja de servicios no muy limpia. Desde su particular visión, entendía que debía actuar en defensa de sus amigos políticos, si sospechaba que alguien intentaba agredirlos.

Corría 1929, un tango expresaba en sus estrofas “Yo soy del treinta, yo soy del treinta, cuando a Yrigoyen lo embadurnaron”, describiendo aquellos tiempos en que el Ministro de Relaciones Exteriores, Horacio Oyhanarte, viajaba a su despacho en un moderno Rolls-Royce y recibía la festejada visita del Ministro de Agricultura Británico, Lord Edgard D’Abernon, para elaborar un convenio de intercambio comercial, que contaba con el acuerdo personal del propio presidente Yrigoyen. D’Abernon, impresionado por el recibimiento, escribiría a Londres, que; “La cordialidad ha sido tal que no tiene parangón con la tributada en dominio o colonia británica alguna” .El acuerdo, fue aprobado contra reloj por el Parlamento en la noche del 12 al 13 de diciembre de 1929 defendido por Oyhanarte y criticado duramente por el socialista Enrique Dickmann que denunciaba el pacto “al extremo tal de permitirnos aceptar un negocio que evidentemente resulta demasiado beneficioso para una parte y demasiado perjudicial para la otra”

Ocurrido el golpe de estado y derrocado Yrigoyen, el 1º de mayo de 1933 ya bajo el gobierno de Agustín P. Justo, se firma el tratado Roca –Runcimann que recorría el camino, mejorado a favor de Inglaterra, que habían querido poner en marcha Yrigoyen y Oyhanarte cuatro años atrás.

En 1934 las denuncias sobre la inconveniencia para los intereses argentinos del tratado y las notorias irregularidades cometidas por los frigoríficos ingleses obligaron a formar, con acuerdo parlamentario mayoritario una comisión investigadora que estuvo integrada por los senadores Landaburu y Surrey, de la mayoría conservadora, más Lisandro de la Torre por la minoría.  Realizaron un exhaustivo trabajo descubriendo cajas con documentos que mostraban los negocios fraudulentos de los frigoríficos extranjeros y argentinos con la complicidad de funcionarios del gobierno. Encontraron documentación oculta en envases que simulaban contener corned beef en depósitos y embarcaciones estacionados en el Puerto de Buenos Aires.

Las informaciones de la Comisión tomaron estado público y caldearon el ánimo de las discusiones en el Senado de la Nación que, en la reunión del 23 de Julio de 1935, tiene a De La Torre como expositor.  Es él quien detallará, con precisión y a voz en cuello, la gravedad del ataque al patrimonio nacional que representaba ese acuerdo y sus consecuencias, dadas las irregularidades descubiertas. El Ministro de Hacienda, Federico Pinedo, a voz en cuello aconseja a los otros diputados a no sumarse a los aplausos de “los mulatos de la galería”.  De la Torre intenta enfrentar a Pinedo físicamente, pero al avanzar recibe un empujón de Duhau, correligionario de Pinedo, y cae entre los escaños. Al ver esa situación Enzo Bordabehere, compañero de De la Torre en el Partido, trató de ayudarlo a levantarse. Por detrás de ellos asomó la figura de Ramón Valdez Cora disparando dos balazos por la espalda, y uno más cuando Bordabehere gira ante el ataque.

Horas después el senador, debido a las heridas recibidas, muere en el Hospital Ramos Mejía. Las balas, que sin ninguna duda estaban destinadas a Lisandro de la Torre, eran la única manera de ocultar una realidad que comprometía el futuro de un negociado miserable.  Bordabehere, víctima fatal de este crimen urdido para ocultar la verdad, había nacido en Montevideo y desarrollado toda su carrera política a la sombra de De la Torre, llegando al cargo de senador nacional por Santa Fe que ocupaba en el momento de su muerte.

Julio Argentino Roca, hijo del general que “limpió de indios la Patagonia Argentina” diría defendiendo el pacto Roca-Runciman: “Argentina por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte del Imperio Británico”