Por Claudio Leveroni

La crisis que atraviesa Venezuela no puede ser vista con ingenuidad, como si se tratara de un cortometraje infantil donde se muestran personajes buenos y otros que hacen el papel de malos. Esa es la caricatura que presenta con insistencia una determinada estructura comunicacional en nuestro país, el gobierno nacional y un pequeño sector de la oposición con fuertes relaciones con la embajada de Estados Unidos, tal como se conoció a través de 2233 cables del Departamento de Estado norteamericano ligados a su representación diplomática en Buenos Aires que fueron difundidos por Wikileaks en 2010.

Nicolás Maduro fue electo presidente en mayo del año pasado con el 67,8 % de los votos emitidos en elecciones libres y ejemplares según los observadores internacionales que asistieron, entre ellos el ex presidente de Estados Unidos James Carter. Muchos partidos de la oposición no se presentaron determinando que el nivel de participación en las elecciones fuera muy bajo. El 46% del padrón emitió su voto. Los intereses de Estados Unidos están puestos en Venezuela y no son ajenos al conflicto presente. El país del norte apila terribles historias de apoyos a dictaduras y gobiernos débiles de la región, sobran ejemplos. La riqueza petrolera de Venezuela termina siendo su peor pesadilla, no tendrá paz hasta que se agoten sus reservas y para eso faltan más de 200 años. Estados Unidos mantiene un consumo voraz del mineral líquido, devora el 25% del petróleo que se produce en todo el mundo. Por estos días Trump está preocupado por fortalecer el dominio que ejerce su país en determinadas regiones del mundo. Necesita hacerlo en medio de la pulseada que mantiene con China, Rusia y la Unión Europea, por el control del comercio mundial, en una época donde el cambio de tecnología amenaza con modificar el esquema de dominación actual de las grandes potencias. Es en este contexto que el presidente Mauricio Macri asume, definiendo como un dictador a Maduro y reconociendo a Guaidó como presidente, ser de los primeros en defender los intereses norteamericanos en la creencia que eso le permitirá recoger algún beneficio.