Por Claudio Leveroni

El novedoso ritual de los aplausos coordinados a las nueve de la noche, como una forma de agradecimiento a quienes están desarrollando tareas en tiempos de pandemia, rompió anoche su habitual escenografía. Sucedió después que el lunes, a esa cita socialmente pactada, se agregó otra media hora más tarde convocada desde las aceitadas redes virtuales del Pro. La excusa, pedirle a la clase política que se bajen los sueldos.

Para muchos desprevenidos de las intenciones sectoriales que se montan encima de estas movidas, la ocasión sirvió para combatir el tedio que provoca la acumulación de jornadas de encierro. Así fue como el lunes las dos citas balconeras tuvieron una relativa convocatoria en barrios de la inquietante clase media que también habito.

Anoche, la escenografía fue bien diferente. A las 21:00 se escucharon menos aplausos que en las jornadas anteriores. Tanto fue así que una mujer, flameando una bandera argentina y con medio cuerpo lanzado fuera de su ventanal gritó, “es por los médicos”. No hubo caso. El aplausómetro quedó clavado en niveles inferiores a los precedentes. Las razones de esa merma quedarían claras media hora más tarde.

A la cita convocada por los trolls, que sigue conduciendo Marcos Peña, se subieron varios entusiastas. La pantalla de canal 13, dividida en cuatro, enfocaba balcones de distintos barrios porteños. El zócalo adelantaba “cacerolazo pidiendo que los políticos se bajen los sueldos”. En el estudio, conductores y opinólogos no dejaban de aplaudir.

La señora de la bandera no salió. En su mismo edificio, varios pisos más arriba, asomó una cacerola y se escuchó el grito de guerra, “que se bajen los sueldos”. Casi al instante, sin pausa que permita asimilar el reclamo hubo respuesta, “porque no le pediste eso a los que se fueron”. El silencio por el no tránsito de autos permitió que la avenida del Libertador sea un megáfono gigante. Los gritos se multiplicaron de inmediato, rebotaban en las moles de cemento, la mayoría fueron indescifrables. Entre insultos y cacerolas asomó un vozarrón sintetizando, “viva Perón”. “Populista”, fue una respuesta con afinada voz que escuché desde otro edificio cercano. “Callate gorila”, contratacó otra joven que abría y cerraba los brazos como si quisiera volar por encima de la multitud de voces. Un balcón más abajo un señor pretendió hacerla callar haciendo sonar su bubucela. Los más se llamaron a silencio. La tele dejó de mostrar una pantalla dividida en cuatro. Sin más, pasaron a otro tema.