La frase “del ridículo no se vuelve”, atribuida a Domingo Faustino Sarmiento en alguno de sus filosos debates, ha caído en desgracia. Se derrumbó como afirmación infalible en el mundillo político.
La encargada de enterrar lo que ahora ya es una apreciación sin más consistencia que la jerarquía de su autor, es la diputada Elisa Carrio. Su última postal la muestra en un tuit de su autoría, simulando tener un pijama a rayas, con la frase “Ramos Padilla y el Frente para la Victoria me quieren ver presa. Tengo el pijama listo.” El frustrado intento de ser graciosa lo lanzó en momentos en que el juez Federal de Dolores explicaba en el Congreso Nacional la existencia de una red de espionaje que involucra a un sector de la justicia a partir de la detención de Marcelo D´Alessio y la imputación contra el fiscal Carlos Stornelli. Un tema tan delicado que supera la calificación de escándalo. Carrio nos tiene acostumbrados a estos grotescos. Hace algunas semanas se retrató con ruleros queriendo parafrasear a la ex presidenta por aquello de los rulos. No le da la talla. Escasa de talento para la comedia, parece insistir en un rol de fiscal moral sin pruebas que la acrediten como tal. Pese a esta insistente forma de ridiculizar su imagen arrastrando, esa degradación a la política que es su forma de vida desde hace décadas, Carrió se mantiene como un personaje influyente en el escenario nacional. Volvió varias veces del ridículo destrozando aquella verdad del maestro sanjuanino. En esta última aventura adolecente se asoció su inseparable compañera de banca, Paula Oliveto quien derrama tanta admiración por la chaqueña que ya incorporó como propios sus gestos, modismos y el pijama.
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