Por Claudio Leveroni

Situaciones que en principio aparecen como un grotesco, salidas de toda lógica, se transforman lentamente en nuevos criterios para abordar la realidad. Hechos que asoman amalgamando subjetividades arrastrando riesgosos cambios culturales que nos hacen retroceder en la lucha permanente por una sociedad más justa e igualitaria. Así, con pasitos cortos, caminan en silencio algunos principios que reivindican la supremacía de un sector sobre otros.

La convocatoria de terratenientes de Entre Ríos, tomando parte en una disputa judicial familiar que envuelve a los Etchevhere, se instala como una postal de épocas pasadas que reedita el odio de clase en su forma más primitiva. Utilizando amedrentamientos que parecen rememorar a los del Ku Klux Klan, aunque sin taparse los rostros, intiman a la dueña de un campo para que los “negros de mierda” que llegaron invitados a labrar la tierra de su propiedad se retiren de la provincia. Agregan que le dan la posibilidad de hacerlo en forma “pacífica”. El interlocutor que oficia de vocero le señala a la mujer que ya hablaron con la Policía local para que los acompañe mientras abandonan Entre Ríos. Subyace en sus palabras la promesa de no lastimar a los intrusos. Lo hace advirtiendo que hay mucha gente enojada por lo que consideran una usurpación, aunque ninguno de ellos es el titular de esos campos invadidos por “negros de mierda”.