Por Claudio Leveroni

Privó la sensatez. El resultado de la convocatoria lanzada por un sector de Juntos por el Cambio no fue lo que esperaban sus organizadores. Entusiasmados por las repercusiones en las redes sociales, varios de ellos estaban convencidos que sería multitudinaria, hablaban de cien mil personas en la 9 de Julio. Estuvo muy por debajo de esa estimación previa, muchísimo menos pese a las nutridas caravanas que partieron, previamente organizadas para tal fin, desde barrios privados de la zona norte del Gran Buenos Aires, tal como lo habían hecho en ocasiones anteriores. Bueno es recordar que en los ocho meses que lleva Alberto Fernández al frente del gobierno nacional, ya se han realizado cuatro movilizaciones en su contra impulsadas por la opositora derecha vernácula. Resulta ser una cantidad desmesurada, más aún si tenemos en cuenta que cinco de esos meses estuvieron signados por la pandemia.

El derecho a protestar es inobjetable, el momento elegido coloca a la determinación en el límite de lo irresponsable. Mucho más si tenemos en cuenta las deshilachadas consignas urdidas, entre las que se encontraba la falta de libertad. Un disparate que atenta contra la inteligencia común. Mucho más cuando se lanza esa proclama en un país donde reinó una dictadura pocas décadas atrás dejando una estela de juicios de lesa humanidad que aún se siguen desarrollando.

La convocatoria tuvo un distintivo de clase. El sector más privilegiado de nuestra sociedad, el más empoderado económicamente, es el que respondió al llamado del sector duro del Pro y de un radicalismo que se desdibuja cada vez más de su protagonismo histórico en el país. Con indisimulable apoyo los grupos mediáticos opositores se pusieron al hombro el 17 A, lo hicieron su causa. Las pantallas se abrieron para difundir la proclama. Espantados por los escasez, este lunes prefirieron reflejar imágenes en primeros planos. Dividieron la pantalla en varios cuadros para mostrar todo el país y, al mismo tiempo, no mostrar nada. No propusieron vistas aéreas capaces de reflejar las famélicas columnas de autos de alta gama que se entremezclaron con arriesgados peatones desafiantes del virus que acecha.

Privó la sensatez. El grueso de la población que puede acompañar una opción opositora se abstuvo de participar de una juntada comunitaria cuyo costo sanitario veremos en diez días más en las estadísticas oficiales .