La banalización de las hambrunas se ha transformado en estos días en una herramienta de la patética política colonial que desarrolla Estados Unidos para propiciar un golpe de estado en Venezuela.

Por encima de los gustos personales que podamos tener sobre un gobierno determinado, en este caso el que comanda Nicolás Maduro, no es difícil recorrer el camino que nos lleve a razonar que lo que atraviesa Venezuela es una grave crisis económica, cuyo origen y centralidad no son motivos de estas líneas, y no una crisis humanitaria por falta de alimentos. La grotesca intervención propiciada por el presidente Donald Trump contra este país, se coloca bajo el paraguas de ayuda alimentaria banalizando lo que realmente es una situación crítica de una población que sufre desnutrición. Esos aviones cargados con alimentos y medicamentos podrían tener una dirección más solidaria si buscan como destino final países de África. Según un informe de la ONU conocido a fines del año pasado, relacionado con la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, existen 821 millones de personas en el planeta que ingieren diariamente menos calorías de las que necesitan para desarrollar su actividad diaria. Es una cifra relacionada al 2017 que aumenta cada año según revelan estos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que había consignado 15 millones menos para el año anterior (2016).  El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia denunció el año pasado que al menos 400.000 niños menores de 5 años en la región de Kasai, en Congo, están gravemente desnutridos.

La mayoría (20) de los 34 países afectados por hambrunas viven en un contexto de paz, sufren la falta alimentos por cuestiones climáticas como las sequías. Otros 14 países como Níger, Nigeria, Sudán del sur, Camerún y Chad están envueltos, además, por conflictos bélicos. En estas naciones, ignoradas por los aviones con comida de Donald Trump, sufren hambruna extrema casi 11 millones de personas. Según la FAO África fue la región donde el hambre azota en mayor proporción. El relevamiento del 2017 indicó que casi el 21% de su población estuvo subalimentada lo que representa 256 millones de personas. El mismo estudio en 2010 colocaba en ese lugar a 181 millones de habitantes, es decir que el aumento anual de hambrientos es una constante en África. No tener petróleo bajo su suelo es el motivo por el que estas naciones no reciben la desinteresada ayuda humanitaria de Estados Unidos.